Del Potro ya tiene ganado un lugar en el Olimpo del tenis mundial

“Si pensas que estoy derrotado, quiero que sepas que me la sigo jugando”. Bajo esa descripción y acompañado por una imagen de un entrenamiento en la playa, Juan Martín Del Potro posteaba un tweet el 6 de octubre de 2015 mientras soñaba con volver. Deseaba ese regreso. Era su máximo ahnelo. Tan sólo buscaba dejar atrás el karma de las lesiones en su muñeca izquierda y poder regresar, aunque sea, una vez más a impactar la pelota de manera profesional. Sin dolores y disfrutando de su profesión, pero también de su pasión.

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Del Potro se sumó al club de los argentinos que llegaron al 3 del mundo. / Foto: AFP

Dentro de su círculo íntimo saben todo lo que sufrió. Intentaba dar un paso hacia delante y retrocedía tres. El horizonte parecía lejano y no podía contemplarse. Cuatro veces se sometió al bisturí del médico. Y el quirófano se tornaba una locación habitual.

Estuvo a un paso del retiro. Sin embargo, decidió volver a probar. A intentarlo de nuevo. Sin saber el resultado final, aunque aún con la confianza inquebrantable. No bajó los brazos. La siguió peleando y retornó como el 1045 del mundo. A pesar de eso, el ranking no le movía la aguja. Su objetivo estaba claro: poder terminar un partido sano. Y, de ese modo, fue dando pequeños pasos. Sin saltearse momentos de recuperación. Los resultados no aparecían, pero siguió intentándolo. Su garra quería ganarle a todo padecimiento posible. Luego, el tiempo dio sus frutos.

Ese 2016, el de la vuelta al circuito, fue soñado. Mágico. Básicamente, asombroso para propios y extraños. Del Potro obtuvo en los Juegos Olímpicos de Río su segunda medalla olímpica; en este caso plateada. Sumó un título en Estocolmo y para que la película sea completa levantó la Copa Davis, el trofeo más esquivo para el deporte argentino. El que siempre se deseó y nunca se pudo conseguir hasta ese año, cuando la unión de un equipo y el nivel de alto voltaje del tandilense llevaron a la Argentina a lo más alto. En las mejores fantasías no existían semejantes logros.

Después, a su palmarés se sumaron un ATP 250, también en la capital de Suecia, un ATP 500 en Acapulco y su primer Masters 1000. Otra de las espinas deportivas de Delpo. Y, además, la satisfacción fue completa cuando su adversario era su amigo Roger Federer. Semifinales en el US Open en 2017 y en Roland Garros 2018 rellanaron los resultados del argentino desde la reinserción en la competencia.

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Silbando bajo, Del Potro superó la batalla más importante de su carrera: ganarle a las lesiones. / Foto: DPA

Al mismo tiempo, desplegó un tenis de primera clase. Cambió su repertorio para poder regresar, situación que le amplió la gama de recursos y lo convirtió en un tenista más completo. Dejaron de ser todos golpes fuertes y planos y aparecieron los efectos y la variedad de los tiros. Mejoró su volea, incluyó el slice y generó una mayor potencia con su drive, el más peligroso de todo el circuito, según analizan sus colegas. En cada ocasión posible aprovecha para deleitar al público disparando esa ametralladora llena de magia.

En definitiva, amplió su arsenal de cualidades tanto dentro como fuera de las canchas. Se tornó un referente para los jóvenes a base de amabilidad y abriéndose a una relación directa con los aficionados.

Hoy, Del Potro amaneció en la tercera colocación del escalafón mundial debajo de Federer y de Nadal. Podríamos decir que despertó siendo el N°1, pues el suizo y el español son de otro planeta.

A los 29 años, la vida le regala otra alegría al tandilense: disfrutar de lo que ama sin pensar en los dolores de la muñeca y con la posibilidad de pelear por triunfar en los principales torneos del tour. De todos modos, Del Potro ya dejó grabado en el bronce su vuelta. Esa que lo posicionó como uno de los mejores jugadores de la historia del tenis argentino.

Por: Ayrton Aguirre

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